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Las maravillas del cuerpo humano
Ángel Peña
Tomado de: http://www.es.catholic.net

Veamos algunas de las maravillas que podemos admirar en nuestro cuerpo humano. El cerebro es el órgano más complejo del cuerpo humano, con 30 mil millones de neuronas. Cada neurona tiene 100.000.000.000.000 conexiones, más que el número de estrellas de nuestra galaxia. La médula espinal, que es el cordón nervioso del organismo, está compuesto por millones de fibras nerviosas, encerradas dentro de la columna vertebral. De la médula salen los nervios, que van a todo el cuerpo y a cada milésima de milímetro de pies, músculos, corazón, pulmones, riñones, hígado... Si se ponen los nervios uno detrás de otro, tienen una longitud de 150 millones de kilómetros, la distancia de la Tierra al Sol.

El corazón es una bomba aspirante e impelente que late continuamente en toda nuestra vida sin parar para que la sangre circule por todo el cuerpo. Late unas 70 veces por minuto, unas 100.000 pulsaciones al día, 40 millones de latidos al año, moviendo incesantemente la inmensa flota de los 25 millones de glóbulos sanguíneos, a través de los 96.000 kilómetros, que tiene el sistema circulatorio del hombre, bombeando cada día 10.000 litros de sangre.

 

 

Sobre la sangre, diremos que una gota de san-gre tiene 5 millones de glóbulos rojos, entre 5.000 y 10.000 glóbulos blancos y 250.000 plaquetas. Los glóbulos rojos o hematíes se encargan de la oxigenación de las células del cuerpo. Los glóbulos blancos o leucocitos tienen una función inmunológica, haciendo trabajos de limpieza (fagocitos) y defensa (linfocitos). Se dedican a destruir microbios y células muertas y producen anticuerpos para neutralizar los microbios de las respectivas enfermedades infecciosas. Las plaquetas sirven para taponar las heridas, cicatrizarlas y evitar hemorragias.

Respecto al hígado, podemos imaginarlo como una colosal fábrica de azúcar. Cuenta con cuatro millones de pequeños talleres o laboratorios, donde se elaboran los azúcares y los jugos de la hiel... Es un portento de sabiduría, pues supone el conocimiento perfecto de la química. Por su parte, los riñones constituyen otra maravilla complejísima. Son un conjunto de filtros complicados y perfectos con innumerables canalículos o tubos replegados alternamente sobre sí mismos, que servirán para filtrar la sangre y purificarla.

El estómago es como una gran oficina, donde se fabrican los alimentos que sustentarán el organismo. Tiene muchos músculos, que lo agitan incesantemente de una parte a otra durante la digestión, con millares y millares de pequeñas glándulas, que fabricarán las peptonas, el ácido clorhídrico y demás jugos, que disolverán los alimentos. Y así podríamos seguir hablando de otros órganos del cuerpo.

En cuanto al ojo, diremos que es como una máquina perfecta, compuesta de más de 2.000 millones de piezas. Produce un millón de fotografías cada día. En la retina se imprime la imagen nítida de lo que vemos y, después, a través de diez finísimas capas, parten millares de finísimas fibras nerviosas destinadas a transmitir al interior del cerebro cada detalle de la imagen. Para que la imagen externa se produzca nítida en la retina, es indispensable que los rayos de luz sean refractados y, para ello, a la entrada del globo ocular, hay una sustancia extremadamente transparente, llamada humor vítreo, que ejerce el oficio de lente de extremada potencia y nitidez. Por otra parte, como el ojo tiene necesidad de percibir imágenes situadas a distintas distancias, el cristalino es de una sustancia viva y elástica para adaptarse de acuerdo a la distancia de los objetos. También el ojo debe adaptarse a distintos grados de luz y, para ello, la pupila aumenta o disminuye su abertura automáticamente por medio de fibrillas musculares. Cuando estamos en la oscuridad, la pupila se dilata y, cuando entramos súbitamente a un lugar con mucha luz, la pupila se encoge sin perder su forma circular.

El oído también es una maravilla de perfección. Un detalle curioso es que el camino del sonido, desde la oreja o pabellón exterior hasta los tímpanos, se halla protegido por una cera amarilla de sabor amargo, para ahuyentar de manera eficaz a los insectos, que quisieran penetrar en el interior. En el oído medio hay una cadena de huesecillos. El primero de ellos es el martillo, que apoya su mango en la parte interior del tímpano, golpeando a cada movimiento de éste el yunque, que pone en vibración el estribo. Estos huesecillos hacen el papel de palanca, es decir, acrecientan la fuerza y el valor de los movimientos del tímpano al traspasarlos al interior. El huesecillo, llamado martillo, cumple además la función de amortiguador y acomodador del tímpano de acuerdo a la intensidad del sonido. En el oído interno, el llamado caracol, es como un pianoarpa con más de 10.500 teclas. Y, en cada tecla, hay una cuerda sensible, un hilo finísimo del nervio acústico, que lleva su vibración al cerebro, donde producirá la sensación auditiva. Como vemos, toda una maravilla.

Pero no olvidemos que el cuerpo humano tiene aproximadamente unas cien billones de células, la mayoría de las cuales tiene un diámetro de menos de una décima de milímetro y dentro de cada célula hay un corpúsculo negro llamado núcleo. Y, dentro del núcleo de la célula, se encuentran dos series completa de genes; una serie, que procede del padre, y otra, de la madre. Cada cromosoma está constituido por un par de larguísimas moléculas de ADN (ácido desoxirribonucleico). Todos los cromosomas de una célula abarcan casi dos metros. Todos los cromosomas de todas las células del cuerpo abarcarían ciento sesenta mil millones de kilómetros, y hay novecientos sesenta trillones de kilómetros de ADN humano en la Tierra: lo suficiente para llegar de aquí a la siguiente galaxia. Como vemos, todo es una maravilla incomprensible para nuestra mente limitada.

Por otra parte, no olvidemos las maravillas de la reproducción humana. El hombre, en sus relaciones sexuales, deposita en el útero unos 400 ó 500 millones de espermatozoides. La mujer produce un solo óvulo al mes. El óvulo de la mujer tiene 23 cromosomas y el espermatozoide otros 23 cromosomas. El nuevo ser tiene 23 pares de cromosomas, la mitad del padre y la mitad de la madre, que son los que transmiten la herencia. Los cromosomas son filamentos, que tienen la propiedad de hacer copias exactas de sí mismos, guardan información genética y pueden mandar los códigos claves, que tienen guardados, a otras células del organismo. Ya se han descifrado los códigos secretos del genoma humano, es decir, de los genes del ser humano. Se han localizado los genes que producen el síndrome de Down, la fibrosis cística, la talesmia y otras enfermedades como el cáncer, la diabetes o algunas enfermedades siquiátricas. Actualmente, en la universidad de Oxford, en Inglaterra, se está fabricando el primer cromosoma artificial humano.

Ya hemos dicho que el ser humano tiene 23 pares de cromosomas. De ellos, 22 pares están numerados aproximadamente por orden de tamaño, desde el más grande (número 1) al más pequeño (número 22), en tanto que el par restante consta de los cromosomas sexuales: dos grandes cromosomas X en las mujeres; un X y un pequeño Y en los hombres. Si se une el cromosoma X de la mujer con el X del varón, nacerá una mujer. Si se une el X de la mujer con el Y del varón, nacerá un hombre. Por eso, el sexo del niño por nacer, depende del cromosoma del varón y no tanto de la mujer.

El ser humano no es el que más cromosomas tiene, pues hay simios que tienen más cromosomas. En el genoma humano (conjunto de genes humanos) hay entre 30 y 80 mil genes. El estudio de estos genes es como un libro en el que pueden leerse muchos datos, incluso de generaciones pasadas, que han transmitido por herencia cualidades o enfermedades. Por eso, se quiere profundizar en estos estudios para remediar las enfermedades hereditarias. Algunos hablan del estudio del genoma humano como del estudio de un libro de secretos filosóficos sobre la historia humana desde el principio hasta la actualidad.

Pero todos estos estudios deben llevarnos al autor de tantas maravillas. Por eso, decía san Cirilo de Jerusalén en el siglo IV: ¿Quién es el que ha preparado la cavidad del útero para la procreación de los hijos? ¿Quién nos ha provisto de nervios y huesos, rodeándonos luego de piel y de carne? ¿Quién hace salir del seno de la madre leche en abundancia, cuando el niño ha nacido? ¿De qué modo el niño, al crecer, se hace adolescente, se convierte en joven, luego en hombre y, por último, en anciano sin que nadie logre descubrir el día preciso en que se realiza el cambio?... Estás viendo, oh hombre, al artífice, estás viendo al sabio Creador.