Ciencia y Religión Temas varios

Ciencia y fe vistos por Newman
Ramón Mestres
Tomado de: http://www.temesdavui.org

Tras su conversión en 1845, y regreso de Roma, John Henry Newman accedió en 1854 a la invitación de los obispos irlandeses para hacerse cargo, como Rector, de la Universidad Católica de Irlanda, la que posteriormente y tras grandes avatares sería el University College de Dublín. Dos años antes había pronunciado en Dublín nueve conferencias acerca de Docencia Universitaria. Permaneció cuatro años en el cargo y durante este período dictó otros diez discursos sobre la vida universitaria. Ambos conjuntos de conferencias fueron compilados y publicados bajo el título: “Idea of a University”.

La visión de la Universidad que se trasluce a través de estos discursos es el fruto de las reflexiones de una persona formada en el Oxford de la primera mitad del siglo XIX, al que dedicó sus años de juventud y en el que dejó una impronta que todavía hoy perdura. Pero al mismo tiempo esta visión es una proyección que partía de un cliché protestante para dar como imagen una universidad católica. Newman insiste en varias ocasiones que el objeto de la universidad es el conocimiento y que la educación universitaria es primordialmente de carácter intelectual y no moral. En el énfasis que pone en el conocimiento como objeto y centro de la universidad, parece traslucirse el temor de que, en la constitución de la Universidad Católica de Irlanda, quedara substantivado el término Católica y adjetivado el de Universidad.

Sin embargo no se pueden leer estos discursos ahora, a comienzos del siglo XXI, sin tener en cuenta los casi 160 años transcurridos desde entonces, con profundísimos cambios sociales y un progreso enorme en los conocimientos de todas las ciencias. En aquel momento, por ejemplo, la mujer no tenía cabida en la Universidad, el reducido número de estudiantes universitarios procedía de las clases altas y medias altas.Los estudios en Oxford estaban encuadrados dentro de las áreas de Teología, Artes, Leyes, y Medicina; estos dos últimos, los únicos con orientación profesional. Artes, era la opción óptima para la educación del “gentleman”, y constituía de hecho un conjunto en el que cabían todas las Humanidades y la Filosofía, y dentro de ésta todas las Ciencias Físicas y de la Naturaleza. La técnica no tenía cabida en la Universidad. La investigación científica no ocupaba un lugar preeminente dentro de las tareas universitarias, sino que florecía más bien en las Academias y Sociedades Científicas.

La visión de la ciencia y de los científicos que se observa en Newman era el resultado de su vivo interés por todas las manifestaciones de la cultura, de la convivencia diaria con las personas dedicadas a las diversas ciencias que ofrecía una universidad residencial, como la de Oxford. Aquella visión puede aparecer ahora fuertemente limitada si se tiene en cuenta la gran variedad y volumen de los avances científicos acumulados desde entonces, con el nacimiento de nuevas ciencias particulares, la consolidación y maduración de otras, entonces incipientes, y con la formulación de grandes teorías que modifican la visión del cosmos. Como ejemplo, baste mencionar que los discursos fueron pronunciados antes de la publicación por Darwin del “Origen de las Especies” en 1859 y que la única física pensable entonces era la newtoniana. Tampoco se pensaba en la aplicación tecnológica de la ciencia: no existía industria química, ni aplicaciones de la electricidad, y por supuesto cualquier forma de biotecnología. Con la ausencia de aplicaciones de los conocimientos científicos, no se daban de manera importante las cuestiones de carácter moral tan vivas en la actualidad, como las relacionadas con la vida.


Ciencia y Doctrina Católica

La opinión de Newman acerca de la relación entre las Ciencias Experimentales y la Doctrina Católica resulta de actualidad y coincidente con las opiniones expresadas por los últimos Papas. No puede haber conflicto entre ciencia y fe porque tanto la Naturaleza como la Revelación son obra del mismo Autor. Si hay conflicto, procede de las personas.

Así, con respecto a la oposición que pueda darse entre la Ciencia Experimental y la doctrina enseñada por la Iglesia, en uno de los pasajes del discurso dedicado a “Cristianismo y Ciencia Física” Newman habla de dos mundos, el natural, cognoscible a través de los medios naturales, y el sobrenatural, conocido gracias a la Revelación. Aunque tengan intersecciones, son dos mundos separados y, por ello no pueden entrar en contradicción. La teología, como “filosofía del mundo sobrenatural” y la ciencia, como “filosofía del mundo natural”, resultan incomunicables, incapaces de colisión en sus ideas y respectivos campos. Habría que pensar más bien en la necesidad de encontrar formas de conexión en lugar de necesidad de conciliación.

Sin embargo, en el Discurso sobre “Cristianismo e Investigación Científica”, contempla la necesidad de conciliación entre ciencia y fe, de la misma manera que esta conciliación resulta necesaria en las fricciones que se dan entre las ciencias particulares. En el panorama científico de la primera mitad del siglo XIX, Newman observaba que se daban choques frecuentes entre las diversas visiones científicas. Esta circunstancia le lleva a comparar los conflictos aparentes entre ciencia y doctrina católica con los que se dan entre las diversas ciencias. En relación con estos conflictos, la convicción de su carácter puramente aparente y temporal se expresa en una máxima presentada en tres fases: 1) la verdad no puede estar en contradicción con la verdad; 2) con frecuencia la verdad parece estar en contradicción con la verdad; y 3) es necesario ser paciente con estas apariencias y no precipitarse en el juicio. No debe sorprender así, que al comparar Naturaleza y Revelación, aparezcan discrepancias en determinados momentos.

En otra forma de expresar la misma línea de pensamiento, afirmará que no puede haber ningún descubrimiento que pueda contradecir realmente ninguno de los dogmas de la religión. Manifiesta la convicción de que si algo probado por un astrónomo, geólogo, cronólogo, anticuario, o etnólogo, parece en contradicción con los dogmas de la fe, con el tiempo se comprobará que no estaba probado, que no resultaba contradictorio, o que era contradictorio con algo que no era verdaderamente revelado.


El científico y la doctrina católica

Los conflictos provienen de la extrapolación de las verdades científicas, como manifiesta Newman: “Si ellos se opondrían con toda razón al teólogo que pretendiera determinar la órbita de Júpiter a partir del Pentateuco, ¿por qué se me puede acusar a mí de intolerante cuando no admito su intento de teologizar a partir de la astronomía?”

No puede haber colisión entre la Ciencia Física y Catolicismo; Naturaleza y Gracia, Razón y Revelación vienen todas del mismo Autor Divino. Sin embargo, siempre ha existido desconfianza y hostilidad entre la religión y los filósofos de la naturaleza. Esta situación se daba ya antes del cristianismo, en tiempos presocráticos, como cita Lord Bacon, y es consecuencia de las intromisiones del filósofo en la teología y del teólogo en la filosofía de la naturaleza. Newman prosigue exponiendo la argumentación de Lord Bacon: ambos ámbitos de conocimiento deben progresar independientemente, ya que los dos salen perjudicados cuando se intenta su mezcla. El estudio de las causas finales pasa por encima de las leyes naturales establecidas; el estudio del mundo físico no tiene en cuenta la existencia de Dios. En otras palabras, la ciencia física es en cierto sentido atea, por el mismo hecho de no ser teología. Por otro lado, el científico se siente muy a gusto con las leyes de la naturaleza, e incomodo en cambio al pensar en un Gobernador Moral y sus interferencias. Las críticas ocasionales de carácter religioso acerca de la materia científica, que no es religiosa, han aumentado con frecuencia las suspicacias y resentimientos de los científicos.

Otra razón que presenta Newman para la dificultad de entendimiento entre el científico y la teología radica en la disparidad entre los métodos empleados para alcanzar la verdad en uno y otro campo: la inducción en el campo de la física y la deducción en la teología. Para la teología toda la verdad sobrenatural parte de la Revelación, recibida por los Apóstoles y sancionada por la autoridad eclesiástica. No hay más verdades nuevas que las que se deducen de este depósito. Para el científico, que progresa en cambio mediante la aplicación de la observación y la razón, el método teológico parece totalmente anticuado y se siente molesto de que su método no tenga cabida en la teología.

Del científico dirá además que maneja conceptos que en definitiva él mismo no comprende: qué es la materia, cómo llegó a ser, si hubo alguna vez en que no existió, o si puede dejar de existir; en qué consisten realmente sus leyes, si pueden cesar o quedar en suspenso temporalmente; en qué consiste la causación; qué es el tiempo; cual es la relación del tiempo con la causa y su efecto, entre otras cuestiones.

Si bien no puede haber conflicto entre las verdades de la fe y las de las ciencias de la naturaleza, sí puede haberlo en la mente o en la voluntad del científico. Durante la Edad Media los ataques a la fe se hacían desde el mismo ámbito de los miembros de la Iglesia. Por esta razón exclama Newman: “Es un tiempo miserable aquel en el que la profesión católica de un hombre no es garantía de su ortodoxia, y en el que un profesor de religión puede estar dentro del ámbito de la Iglesia, y sin embargo alejado de su fe”. Entonces los ataques se hacían bajo el lenguaje y aspecto de la fe, con la metafísica como instrumento. Ahora los ataques son desde fuera y abiertos y se hacen mediante las ciencias experimentales, como aparece en el discurso titulado “Una forma de infidelidad actual”.

La dedicación exclusiva en una dirección tiende a debilitar otros intereses, de manera que algunas personas no son capaces de hablar de otra cosa que no sea su tema de estudio o de su interés. Aquí Newman pone un ejemplo sacado de una obra teatral: el epitafio puesto por un pescador en la tumba de un personaje: “Le gustaba el pescado”. De esta manera se comprende que el científico, vivamente interesado y absorbido por el estudio de su ciencia, con frecuencia resulte indiferente o escéptico ante la doctrina. Siguiendo en la misma línea, señala le necesidad de que la formación en la doctrina católica acompañe la educación en las ciencias modernas, entre las que incluye no solo las de carácter físico, sino también la psicología, la economía, o la lingüística. Si el que se ha sumergido en estas ciencias, tan llenas de colorido, hechos y razonamientos, se enfrenta de repente con el Génesis, los Profetas, los Evangelios, el Símbolo Quicumque, o la vida de San Hilario, su espíritu puede experimentar un fuerte mareo. Sin haber necesariamente bebido antes nada contrario a la fe, se encuentra ahora nadando en aguas extrañas, enfrentado a una simplicidad que se muestra ruda en comparación con la vida exuberante del mundo que le resulta propio y familiar.

Libertad de investigación

Newman se manifiesta además abiertamente defensor de la libertad de investigación, y hace una afirmación que puede resultar un tanto sorprendente cuando defiende la necesidad de paciencia cuando se contempla un surgir de datos o teorías en aparente contradicción con la fe: “puede decirse sin paradoja que existen ocasiones en que el error forma parte del camino a la verdad y que a veces constituye parte del único camino”.

En relación a la libertad de investigación, recuerda que las grandes mentes necesitan un espacio amplio del pensamiento en que moverse. Así, los que pueden ser calificados como genios, dotados por la naturaleza de alguna facultad o capacidad particular, son movidos con vehemencia y regidos imperativamente por ella; son entusiastas para su propia línea y ciegos para cualquier otra. Pueden ser buenos católicos, pero si se les insiste en la necesidad de someterse a los dogmas o a las opiniones de cualquier teólogo, se puede destruir o apagar la llama que vive en ellos y quedar todo en nada. Semejante es la situación de las mentes con visión filosófica amplia y poder creativo, capaces de la formulación de grandes sistemas. Quizá se encontrarán errores en su obra, como los que aparecen en las obras de personas como Malebranche, Bossuet o Muratori, pero puede afirmarse que en conjunto constituyen una valiosa aportación y que hubiera sido una pena si hubieran dejado de escribir.

Como límite a la libertad de investigación, recuerda que los datos y conclusiones en aparente conflicto con la doctrina católica deben mantenerse circunscritos en el círculo de los expertos y no darles difusión entre los alumnos. Hoy seguramente se añadiría aquí la prudencia en relación a los medios de difusión.